sábado, 12 de mayo de 2018

El dolor que rompe el corazón


A veces el corazón debe romperse para poder abrirse. Y son esos miles de pedazos los que te hacen perderte en buscar sin recordar que eres un encontrador. 

A veces el dolor tiene que aflorar para que recuerdes que, debajo de toda la anestesia que te auto-inyectas para no sentir, existes. No existe la pildorita mágica que te libere de lo que tienes que afrontar, que elimine los miedos y disuelva las barreras que tú mismo te infringes para boicotearte...


Mi corazón se rompió hace dos años, y desde entonces he estado buscando la manera de recomponerlo, sin darme cuenta que la única forma de hacerlo es no hacerlo. Me aferraba a la comprensión profunda de todo lo vivido, a trascender la pérdida más abrupta que se puede experimentar. Todo para evitar el dolor. Pero el dolor no se puede capear durante mucho tiempo, porque si no, reaparece con la fuerza de un huracán devastando todo lo que haya alrededor. 

A veces me encuentro recomponiendo mis pedazos que un 12 de mayo se perdieron, cuando el sentido de mi vida se abrió porque por fin se rompió mi corazón para alivianar a mi alma de las rejas en la que la había condenado. No importaba como podía o no podía quererme. Lo que importaba era cómo podía recibir lo que ella podía darme. La diferencia no radica en el exterior, en el mensaje o en aquellas personas que se prestaron a mostrarme dónde no me estaba amando. La única diferencia estaba en mí. 

Hoy 12 de mayo la herida sangra con más fuerza, el dolor se muestra como una lanza que se clava en mi pecho tan profunda y tan desgarradora que ni siquiera me quedan fuerzas para gritar ni lágrimas que llorar. Pero quién no ha sentido dolor en su vida… Es tan profundo que solo se puede vivir en soledad, acompañado de ti mismo, sintiendo hasta el último poro de tu piel, volviendo a los pedacitos que quedan de ti y que un día olvidaste para no caer en el vacío de la incomprensión que a veces conlleva el vivir. 

Cuando vives sin sentir solo encuentras vacío, pasando de puntillas por la vida y con el alma encogida. Pero hay momentos en el que el sentir implicaría caer al abismo más oscuro que vuelves la cabeza hacia otro lugar, te proyectas en el futuro sin dar espacio a lo que hay para ti hoy, creyendo que así todo pasará de forma sigilosa. Sin embargo, puedes elegir ignorar lo que sientes si estás dispuesto a pagar el precio de no volver a ser y morir con los restos que quedan de tu corazón helado, o rendirte, dejar de luchar, dejar de proyectar, dejar tapar la herida pues, aunque creas que morirás desangrado, el río de la vida se encargará de recomponer tu sangre y cicatrizar tus heridas.

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