domingo, 18 de febrero de 2018

El egoísmo y la falta de autoestima


El egoísmo viene de no amarte a ti mismo y del miedo al sentirte separado de lo que te rodea.

La falta de autoestima proviene de no respetarse a uno mismo, de no saber escucharse, de la necesidad de cubrir un vacío muy profundo propio hacia al exterior y, en definitiva, también del no amor hacia uno mismo. Así muchas personas sin autoestima se ven avocadas a volcarse en los demás para llenarse de algo que ellos mismos no son capaces de encontrar en su interior. Arrojamos al exterior nuestros sueños, nuestros anhelos, viviendo entre el pasado y el futuro...


Creemos quienes somos por lo que nos han dicho nuestros padres, la sociedad o nuestros propios dogmas inculcados a fuego desde la infancia. Y no nos atrevemos a descubrir quien realmente habita en el vehículo de nuestro cuerpo.

El egoísmo y la falta de autoestima comparten la misma raíz: la falta de amor a uno mismo. Pues no es más egoísta el que se quiere más como se piensa, sino el que se ama menos. El egoísta no comparte por miedo: miedo a la escasez, a los juicios, a que descubran quien realmente eres. Y el miedo es lo opuesto al amor. Aquellas personas que se dan hasta extenuarse lo hacen a su vez por miedos: a quedarse solos, al rechazo, al abandono… Toda relación desequilibrada en el ser humano está fundamentada en la carencia, en la necesidad y en la escasez, pues buscas en el otro aquello que crees que te falta.


El equilibrio estaría en fluir con la vida y confiar en ella sabiendo que lo que te está ocurriendo en ese momento, aunque lo sientas como algo doloroso, es lo mejor para ti en ese momento y tiene una razón de ser. La armonía estaría en cambiar la percepción de que estás separado del resto, en respetarse a través de la sincera escucha con lo que tu ser te habla, en tener el valor suficiente para adentrarte en conocerte, con tus luces y tus sombras, en vivir en presente. 

El equilibrio estaría en ser honestos con nosotros mismos, en definitiva, en cambiar el miedo por el amor que todo lo sana. Esto nos llevaría a aprender a compartir desde el corazón, sin sustituir.

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