miércoles, 27 de septiembre de 2017

Descubriéndonos en el Silencio


Hace unos 2.500 años, en la India, una serie de personas, verdaderos científicos, hicieron un descubrimiento asombroso. Fueron capaces de desentrañar uno de los más sorprendentes misterios: la manera en que funciona la mente humana. Solo recientemente, la medicina más avanzada ha sido capaz de comprender, al menos parcialmente, cuál es la explicación fisiológica de algunos de los efectos que experimentan los practicantes de meditación.

Lo que se busca con la meditación es reducir el ruido mental, para que, poco a poco, vaya haciéndose más clara y palpable la esencia que describe lo que en realidad somos. Escucharla, penetrar en una dimensión desde la que emana un caudal extraordinario de energía, vitalidad, sabiduría y creatividad...


Tenemos la sensación de que en el vacío no existe nada y, por eso, se nos antoja absurdo dedicar parte de nuestro ya escaso tiempo a desarrollar la capacidad de parar nuestros pensamientos y quedarnos en silencio.

La mayor parte de las personas vivimos de manera habitual con una enorme tensión mental. Esta tensión mental se manifiesta como ansiedad, angustia y distintos tipos de bloqueos, reduciendo drásticamente la capacidad de pensar con claridad, tomar decisiones y aprender. Sabemos que la causa de ello es la activación del sistema nervioso simpático, el sistema de alarma de nuestro cuerpo.

Con prácticas como la meditación se ha comprobado que al parar ese ruido incesante causado por la hiperactividad del sistema nervioso simpático, el cuerpo responde de manera muy favorable. Lo primero que se aprecia es una relajación de la musculatura y una progresiva normalización del funcionamiento del aparato digestivo, la tensión arterial se reduce y bajan los niveles de colesterol. Se experimenta un aumento de su energía vital, ya que la energía no se está gastando en procesos poco productivos. Hay una mejoría significativa del sistema inmunitario por lo que se reducen las posibilidades de desarrollar un proceso infeccioso o tumoral.

La meditación es uno de los caminos más interesantes para acceder a ese espacio mágico que es nuestra esencia, trascendiendo los límites que marca nuestra propia identidad con su práctica. No se busca un entendimiento racional, una comprensión intelectual sino vivir una experiencia, la de abrirse a las posibilidades y el potencial que existe dentro de nosotros. Por eso, cualquier actitud de esforzarse para experimentar algo es muy contraproducente.


La meditación nos invita a soltar nuestra tendencia a controlarlo todo, a tratar de entender intelectualmente cada cosa que sucede. Es una invitación a confiar y a dejarnos llevar por una sabiduría que desafía cualquier comprensión por parte de nuestra estrecha y ciega identidad. La meditación es un camino hacia la expansión, el crecimiento y evolución personal. Es un camino que nos lleva de lo razonable a lo posible. 

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