lunes, 25 de septiembre de 2017

De la oscuridad a la Luz


Muchas veces, llamamos vidas confortables a vidas de pura resignación. La diferencia entre un preso que está en la cárcel y nosotros es que el preso sabe que detrás de esos muros hay otra realidad mucho más hermosa, mientras que nosotros no lo sabemos. Por eso, los muros de la mente son más sólidos que los muros de piedra, ya que tienen la capacidad de no permitirnos ni siquiera plantearnos que puede existir la posibilidad de otra realidad distinta a la que experimentamos.

Cuando en nuestras vidas sucede algo que no nos gusta o tal vez nos encontramos con alguien que se niega a colaborar con nosotros, empezamos a experimentar un rechazo automático hacia esa persona o situación. Esto parece muy sensato y razonable, y ahí es precisamente donde radica el problema, que las personas elegimos con el corazón y justificamos con la razón, y al final aquello que decidamos sentir encontrará inmediatamente un razonamiento que lo apoyará sin fisuras...


El mundo que nos parece razonable no es el mundo de la lógica, sino el mundo de los automatismos. Por eso, ante estímulos que nos generan incomodidad, es razonable que nos tensemos y enfademos. Este es el motivo por el que buscamos en nosotros y en otros, razones, evidencias y justificaciones que refuercen esta forma de pensar, en la que yo estoy en lo correcto es la otra persona la equivocada.

Reacciones como la ira, el resentimiento, la venganza, la frustración, la desesperanza, la desconfianza, la ansiedad o la angustia, cuando se mantienen en el tiempo y dejan de ser emociones para convertirse en estados de ánimo, tienen efectos muy adversos ya que pueden perjudicar la salud y la vitalidad dañando nuestro sistema inmunitario, arterias, corazón, músculos y vísceras.

Pero existe otra opción a estas emociones que producen efectos negativos. Esta opción no la vamos a encontrar en el espacio de la mente intelectual porque es donde se genera el problema. La opción proviene del mundo del ser, de la consciencia, de esa realidad que ya somos, pero que hemos olvidado.

Los fuegos no se pagan con gasolina, sino con agua, y eso implica parar la reacción automática por razonable que parezca y elegir quién quieres ser en ese momento.

Solemos pensar que la clave de todo es "hacer" para así "tener" y luego "ser". Pero este no es un esquema saludable y, tal vez, podríamos invertirlo. Cuando lo primero que uno busca es el ser, hacer es congruente con ese ser, y es lo que da lugar al tener. Solo desde el ser equilibrado, auténtico, íntegro y compasivo pueden nacer acciones tan diferentes en su cualidad que acaban cristalizando en nuevas realidades.

Es nuestro nivel de consciencia lo que determina nuestro nivel de ser. La consciencia ordinaria equivale al plano de lo razonable y, por eso, se hace lo que es lógico hacer y se obtiene lo que es sensato obtener. Cuando se accede al nivel de consciencia no ordinaria, se hace lo que se hace, no porque uno tenga razones, sino porque así lo elige y por eso se obtiene algo por una parte extraordinario y por otra inesperado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en esta página