miércoles, 5 de julio de 2017

Cambia tu emoción y cambia tu cuerpo


Las emociones se pueden definir como sustancias químicas que refuerzan neurológicamente una experiencia; moléculas que tienen la particularidad de actuar en dos planos: como onda, pues poseen un aspecto vibracional; y como partícula, pues rigen la fisiología humana.

Cada emoción produce una sustancia química específica que es captada por los receptores de cada célula, produciendo cambios en ella. Si cada célula tiene receptores para cada sustancia y cada sustancia es creada por una emoción, ¿no está claro que podemos cambiar nuestro cuerpo, cambiando de emoción?...


El cuerpo reacciona a los cambios físicos que esa emoción ha producido en nosotros. Por ejemplo, el miedo nos hará aumentar los latidos cardiacos, nos subirá la tensión arterial, puede producir sudores fríos o erizar nuestra piel… Estos cambios corporales los asimilará el cerebro y lo traducirá a lo que conocemos como sentimientos, para así racionalizar lo que sucede.

Así que, la emoción actúa a nivel inconsciente generando en nosotros cambios corporales y, segundos después, llegar a la mente consciente que genere el sentimiento.

No hay emociones malas ni buenas. Todas son imprescindibles para nuestra supervivencia. Lo que ocurre en ocasiones, es que hemos tergiversado la situación que vivimos y hacemos saltar las alarmas de emociones básicas que, en otras circunstancias, serían muy útiles. El miedo es muy útil cuando queremos huir de un león que quiere convertirnos en su presa. Pero no nos es muy eficaz si el miedo aparece cuando queremos dejar un trabajo y no lo hacemos porque pensamos que no encontraremos otro.

Las respuestas emocionales son una herencia de nuestra evolución y se refuerzan con los aprendizajes. Por eso, ante las mismas circunstancias, las personas tienen respuestas totalmente diferentes.

La forma de gestionar las emociones es totalmente personal y única en función de creencias, patrones aprendidos, opiniones, pensamientos...


Si los aspectos más importantes de nuestras vidas van unidos a una emoción concreta, es obvio que no se puede cambiar sin cambiar la emoción que estaba unida a esa experiencia.

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