lunes, 19 de junio de 2017

Trascendiendo a nuestro propio amor


No se puede vivir como aquel que no recordó darse una oportunidad para ser feliz. La felicidad no es llegar a la meta, sino disfrutar de donde estamos en este maravilloso momento, es descubrir el amor en lo que somos. Por eso, cerremos los ojos y aprendamos a saborear la brevedad del momento, la grandiosidad del detalle...


No es sólo hacer aquello que nos haga sentir en paz. Algún día llegaremos al final del laberinto en el que nos sumimos desde el inconsciente. Y veremos que no se trata de amarnos simplemente para amar al otro. No se trata de conseguir nuestro estado de serenidad para nosotros. Va más allá. Este amor va más allá al que humanamente se pueda experimentar o compartir. Es el amor a la vida, a la divinidad que nos sostiene de la que pertenecemos. Ese amor es infinito, incomparable, cegador, revelador… 

Sólo trascendiendo tu amor, o lo que crees que es tu amor, se puede alcanzar. Solo haciendo lo que haces porque escuchas a la vida, simplemente por amor, sin esperar nada, sin juicios, sin resistencias, sin cuestionarlo es cuando aparece la verdadera conexión con lo que eres, con lo que has venido a hacer, con tu propósito de existencia, no casual, en este mundo.

Porque un día, como han visto mis ojos, llegará una tarde en el que el sol me mirará por última vez y me extenderá su mano, ya violeta a su ocaso mientras me despido de aquellos ojos, contemplo por última vez las nubes que cruzan surcando el cielo, las hojas caer del árbol que asoma por mi ventana, la voz que susurra mi nombre con dulzura. La madera se quemará cada invierno en la chimenea, el arcoíris saldrá después de cada tormenta, las estrellas caerán mientras la luna se levanta… pero antes de que esto ocurra, quiero acabar la melodía que vine a cantar, quiero que la lámpara esté encendida para ver el camino de regreso al hogar, quiero compartir lo que soy, quiero amar hasta el final.


Sonriamos, porque la vida es el juego más divertido que podíamos disfrutar. Vivamos, amemos y seamos; como dice una vieja maestra: desde el amor, por el amor y para el amor.

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