miércoles, 14 de junio de 2017

El camino hacia el reencuentro


Si tengo que rememorar todo lo descubierto en este año, todo lo vivido, todo lo experimentado… y si tuviera que reunirlo en una sola palabra, sería amor. Pues es amor lo que construyo cuanto más me conozco. Es amor lo que doy cuantos más espejos se colocan frente a mí. Es amor lo que siento cuando me voy al pasado, a veces doloroso también.

Porque amé de tantas maneras y de tantas formas, de vida en vida, siempre amando… Tanto que un día centurias atrás, mi corazón se rompió, y para descansar decidió dormir durante un largo periodo. Vagando sin rumbo por la orilla del extravío, aunábanse el sufrimiento con la culpa y la queja, manchando las olas del alquitrán del apego. Hasta que por amor recordé que lo que vivía era simplemente un sueño que se repetía de vida en vida, de época en época...


Hubo un tiempo que creí ese viejo cuento de estar separados los unos de los otros. Hasta que, en este año he vivido, cuando miraba al pasado, cómo emergía el amor revestido de luz, traspasando la oscuridad del tiempo, bailando con el espacio, disolviendo todas las dimensiones, para envolverme en un cálido abrazo y recordarme que al final, todo es amor.

Tú y yo, alma mía, jugamos al amor antes de sabernos, al lado de millones de amantes. Compartimos la inmensa fortuna de nuestro primer encuentro, reciente en esta vida, dulce y con lágrimas. Tú y yo, flotamos en este planeta, en la corriente del mar fluimos, viviendo en el torrente de un corazón lleno de amor.

El viejo y eterno amor, capaz de renovarse una y otra vez, hoy está a tus pies, encontró su morada en ti, en mí. Me enseñaste los milagros en la cotidianidad, la luz en lo inerte, el amor en lo intangible. La vida misma, los tesoros del pasado, las tempestades de los marineros, los versos de los cantantes, las cicatrices de las heridas… se funden en este amor, que es el nuestro, que es el de todos.

Y si he aprendido algo es que el ser humano no es más que la comprensión de su misma definición: el SER dentro de un cuerpo humano. Es intentar ser, a pesar de las limitaciones, es aceptar nuestra búsqueda de nosotros mismos cada día, a sabiendas de que nunca nos encontraremos. El error no está en no llegar al absoluto, sino en no intentarlo por miedo al fracaso. No hay que buscar el premio en lo que encontremos sino en lo que hemos buscado honestamente. Si cierro la puerta a los errores, nunca se abrirá la ventana del éxito. Por eso, cada vez que me equivoco, sonrío, agradezco a la vida el baile danzado y recuerdo que ningún mar en calma hizo experto al marinero.


Mi alma me reconoce, y su emoción me embarga. Tanto tiempo perdida… tanto tiempo amando sola por las dos… y ahora nos fundimos, nos amamos, nos cuidamos. Ambas seguimos el camino que por fin me hizo recordar, el único, el verdadero, el del amor. No hay luz más hermosa que la que te envuelve y te hace ascender al infinito, para bailar con los átomos, para sentir quien eres y rozar la inmensidad de la que un día te separaste. Solo el mar, madre de las madres, cuna de la vida, es capaz de trasportarme al origen, donde no hay nada más que decir, donde todo está hecho, pues hubo un tiempo donde la luz se fundió con la oscuridad, donde el amor es la alegría de toda creación.

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