Si tengo que
rememorar todo lo descubierto en este año, todo lo vivido, todo lo
experimentado… y si tuviera que reunirlo en una sola palabra, sería amor. Pues es amor lo que construyo
cuanto más me conozco. Es amor lo que doy cuantos más espejos se colocan frente
a mí. Es amor lo que siento cuando me voy al pasado, a veces doloroso también.
Porque amé de
tantas maneras y de tantas formas, de vida en vida, siempre amando… Tanto que
un día centurias atrás, mi corazón se rompió, y para descansar decidió dormir
durante un largo periodo. Vagando sin rumbo por la orilla del extravío,
aunábanse el sufrimiento con la culpa y la queja, manchando las olas del
alquitrán del apego. Hasta que por amor recordé que lo que vivía era
simplemente un sueño que se repetía de vida en vida, de época en época...
Hubo un tiempo
que creí ese viejo cuento de estar separados los unos de los otros. Hasta que,
en este año he vivido, cuando miraba al pasado, cómo emergía el amor revestido
de luz, traspasando la oscuridad del tiempo, bailando con el espacio,
disolviendo todas las dimensiones, para envolverme en un cálido abrazo y
recordarme que al final, todo es amor.
Tú y yo, alma
mía, jugamos al amor antes de sabernos, al lado de millones de amantes.
Compartimos la inmensa fortuna de nuestro primer encuentro, reciente en esta
vida, dulce y con lágrimas. Tú y yo, flotamos en este planeta, en la corriente
del mar fluimos, viviendo en el torrente de un corazón lleno de amor.
El viejo y
eterno amor, capaz de renovarse una y otra vez, hoy está a tus pies, encontró
su morada en ti, en mí. Me enseñaste los milagros en la cotidianidad, la luz en
lo inerte, el amor en lo intangible. La vida misma, los tesoros del pasado, las
tempestades de los marineros, los versos de los cantantes, las cicatrices de
las heridas… se funden en este amor, que es el nuestro, que es el de todos.
Y si he
aprendido algo es que el ser humano no es más que la comprensión de su misma
definición: el SER dentro de un cuerpo
humano. Es intentar ser, a pesar de las limitaciones, es aceptar nuestra
búsqueda de nosotros mismos cada día, a sabiendas de que nunca nos
encontraremos. El error no está en no llegar al absoluto, sino en no intentarlo
por miedo al fracaso. No hay que buscar el premio en lo que encontremos sino en
lo que hemos buscado honestamente. Si cierro la puerta a los errores, nunca se
abrirá la ventana del éxito. Por eso, cada vez que me equivoco, sonrío,
agradezco a la vida el baile danzado y recuerdo que ningún mar en calma hizo
experto al marinero.
Mi alma me
reconoce, y su emoción me embarga. Tanto tiempo perdida… tanto tiempo amando
sola por las dos… y ahora nos fundimos, nos amamos, nos cuidamos. Ambas
seguimos el camino que por fin me hizo recordar, el único, el verdadero, el del
amor. No hay luz más hermosa que la que te envuelve y te hace ascender al
infinito, para bailar con los átomos, para sentir quien eres y rozar la
inmensidad de la que un día te separaste. Solo el mar, madre de las madres,
cuna de la vida, es capaz de trasportarme al origen, donde no hay nada más que
decir, donde todo está hecho, pues hubo un tiempo donde la luz se fundió con la
oscuridad, donde el amor es la alegría de toda creación.
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