viernes, 12 de mayo de 2017

De lo Efímero a lo Eterno


Después de un año, que parece una centuria, comprendo lo efímero y lo eterno. Gracias a la vida, gracias a la presencia que siempre me acompaña y que me abraza cuando menos lo espero y más lo necesito.

Hoy hace un año que supe lo efímera que es la carne, capaz de perder la vida en segundos. Y también comprendí la grandeza de lo eterno, el alma que permanece siempre formando parte del ciclo del universo, más viejo y sabio que nosotros...


Hoy hace un año que comprendí lo que significaba la palabra soltar para dejar ir a pesar del dolor. Porque aquella tarde el guion ya estaba escrito y solo necesitaba que los actores hicieran bien su papel.

Y era tanto el amor, que venció al apego. No había marcha atrás. Ya había decidido su destino y solo me quedaba contemplar cómo su alma por fin recobraba la grandeza que le correspondía. Solo podía asistir a la metamorfosis que se estaba produciendo en aquel escenario.

Nada fue casualidad. Y hoy, un año después, puedo vivir aquel momento como si fuese el presente. Y recuerdo mis “te quieros” susurrados entre sus latidos de despedida, ambas en paz, pues en aquel pasillo solo se respiraba amor, todo aquel que me enseñó recordándome que yo también puedo amar de forma plena.

Hace un año que sentí cómo se iba parte de mi alma a otra dimensión, arrancando un pedazo de lo que soy que aun duele y me hace sentir vacía.  

Pero cuando la recuerdo es amor lo que emana de mi corazón. Cierro entonces mis ojos y la veo de frente, con sus ojos de miel, sonriendo, abriendo los brazos para acogerme, para consolar el dolor de una herida abierta que aún sangra. Para recordarme que el cuerpo es efímero y perecedero, pero el alma siempre será. Para alentarme a ver que continuar la vida no es un olvido hacia ella, sino una muestra de todo el amor que compartimos. Para dar al mundo todo lo que soy, que no es más que amor expresado en sus diversas manifestaciones.

No puedo dejar de estar triste cuando la recuerdo sin poder verla, abrazarla, sentirla. Aunque la tristeza también es efímera, como la carne, y si estoy en mí puedo conectar con lo que es ella ahora a través de la consciencia. Así me hace sonreír, me recuerda que la muerte no existe, charlamos de todo lo que vivo yo aquí y ella allí, siento como me atraviesa para fundirse con mi alma, para que no caiga en el olvido del sueño, donde todo es oscuridad, para que siga brillando, para que siga amando…

Entonces abro los ojos y sonrío a la vida. Pues comprendo que ya no tenía nada más que hacer aquí en la Tierra. El traje humano que eligió se le había quedado pequeño y lo único que podía hacer era volar, transformarse en mariposa, sacudir sus alas y experimentar la libertad de no estar anclada a la materia.

Hoy, 12 de mayo, te veo crecer en tu nueva forma física que elegiste, un precioso almendro aterciopelado. Curioso destino, quiso que crecieran tres. Siempre 3, ¿recuerdas? Pero ahora sé quienes sois. Tú y los dos bebés que juntos queréis compartir vuestro amor desde el cobijo de vuestras ramas y la abundancia de vuestros frutos. 

Solo puedo agradecerle a la vida lo afortunada que he sido por haberla encontrado, pues no todos descubren el verdadero amor. Bendigo sus pasos llenos de luz, su sabiduría de anciana, su inocencia de niña y su amor del alma pura que es.


Yo compartiré en la Tierra desde mi cuerpo efímero, mientras nuestras almas esperan pacientemente el reencuentro, el don eterno que me ha mostrado: ofrecer el amor que todo lo sana.

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