miércoles, 12 de abril de 2017

Nuestro cuerpo desde la Ira


La ira incluye los sentimientos de venganza, celos, frustración, victimismo, resentimiento, indignación, odio, sarcasmo, impaciencia, mezquindad, conductas explosivas, agitación, abusos, tristeza, obstinación...


Hay gran cantidad de energía en la ira. Hay energía para la acción. La cantidad de ira reprimida en la población se puede observar en lo popular que es en los medios de comunicación. Nos sentimos culpables de experimentar la ira. Por eso hacemos que el objeto de nuestra ira parezca culpable y merecedor de ella, para justificarla. Pocas personas asumen su propia ira y saben que la tienen porque están muy enfadados.

La ira es común que se reprima porque se ve poco digna, desagradable y como un fracaso de la evolución espiritual. No somos conscientes de que si no se reconoce y se trabaja la ira, tendrá consecuencias negativas para la salud.

Un enfoque positivo es canalizar la ira para algo útil. Si estamos enfadados con nuestro jefe, se puede tomar la energía de manera constructiva para crear un proyecto grande, mejorar la situación laboral, iniciar un sindicato, inspirarnos a poner más claridad de esfuerzo y aceptarla…

Hay muchos orígenes para la ira. Uno de ellos es el miedo. Cuando el miedo se va, también lo hará la ira. Otro origen es el del orgullo, sobre todo la vanidad. Uno de los orígenes del orgullo está conectado con el auto sacrificio, así que, como es poco probable que la otra persona aprecie nuestro sacrificio, el mecanismo de la ira ya permanece alerta para instalarse y activarse. Un ejemplo típico es el de un día en una pareja tradicional. La mujer se pasa el día limpiando la casa, ordenando y haciendo la comida como mejor sabe. El hombre, cuando llega del trabajo está cansado y solo habla de cómo le ha ido el día, de los problemas sin solucionar, de pagos, de compañeros... no se ha dado cuenta de la casa. En su cabeza solo piensa en el auto sacrificio que ha hecho para que llegue el dinero a casa. Mientras tanto, ella contempla como no se ha valorado su esfuerzo y lo que podía haber hecho en vez de arreglar la casa: ir al gimnasio, desayunar con las amigas, ir de compras, ver la televisión, leer su libro favorito... ambos buscan reconocimiento y lo que atraen son rencores, resentimiento que hace que su ira se prepare y se muestre como frialdad en la pareja.

Lo que queremos, deseamos o le insistimos a la otra persona es sentido por ellos como presión. Por lo tanto, inconscientemente resisten ambos. En este ejemplo, ambos quieren reconocimiento. Ellos lo bloquean el uno al otro. Ambos se sienten presionados y por eso resisten.

La resistencia se debe a que la presión siempre la sentimos como una negación a nuestra elección. Se considera como un chantaje emocional. La fórmula inconsciente dice: dame lo que quiero o te castigaré con la ira, la pasividad, haciendo pucheros, resentimiento... a todos nos molesta sentirnos emocionalmente chantajeados.

Cuando estamos motivados por el auto sacrificio estamos presionando a la otra persona. Nuestro orgullo por el éxito se hace vulnerable cuando nuestros actos no se reconocen. Para eliminar la ira es clave ver nuestros esfuerzos por los demás como si fueran regalos. Podemos experimentar la alegría de ser generosos con los demás como nuestra propia recompensa. El reconocimiento es uno de los grandes secretos de las relaciones.

El comportamiento de los demás hacia nosotros siempre incluye un regalo escondido. Aunque el comportamiento sea negativo. Por ejemplo, si alguien nos llama estúpido, nuestra respuesta natural es la ira. Pero si preguntamos sobre qué aspecto me está diciendo esa persona que me mire a mí mismo de forma consciente, podemos ver que estábamos siendo egocéntricos, indiferentes, incapaces de reconocerlo...

Todo el mundo actúa como un espejo para mostrarnos todo lo que no hemos sido capaces de reconocer en nosotros mismos. El aspecto de nuestro yo que necesita ser ya abandonado. Para ello hay que evitar la complacencia de hacer a los otros o a nosotros mismos los malos del guion y abandonar el orgullo. 


A veces no vemos la alternativa de cambiar una situación desde la libre elección simplemente. Una de las formas en las que nos forzamos a salir de las situaciones insatisfactorias, en cambio, es haciendo “malo” al jefe para dejar el trabajo o a nuestra pareja para terminar con la relación. Debido a la imagen de maldad, la situación se hace intolerable y nos vemos obligados a cambiarla. Hubiese sido más fácil haberlo hecho por querer pasar a una situación mejor. Sin embargo, debido al sentido de la obligación, la culpa es muy a menudo el bloqueo de elegir el camino más simple. En otras palabras, debido a que nos hemos beneficiado de una situación, nos sentimos culpables de abandonarla, así que el inconsciente crea todo el mecanismo de maldad para darle salida. Ocurre igual en las relaciones interpersonales en las que tenemos que hacer que la persona parezca un ser odioso para dejarla. Acudir al mecanismo de la maldad es una negación de nuestra propia libertad de elección. 

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