jueves, 9 de marzo de 2017

Mundo Enfermo, Mundo Perfecto


A veces la palabra sanación no siempre se relaciona con desaparición de la enfermedad. Una persona con cáncer puede sanarse del mismo y aún así, morir a consecuencia de éste. En otras ocasiones, puede que desaparezca la enfermedad física pero siga el cáncer en su cuerpo. La sanación transciende al cuerpo humano y a lo que entendemos como curación porque implica un bienestar no sólo físico, como en el caso de la curación, sino también emocional y social. No se está sano si se tiene sufrimiento o rencor o si se está frustrado. Es cierto que si persisten los síntomas físicos, se podría considerar que no está sanado. Esto es así si los síntomas los tomamos como unos oponentes con los que luchar la guerra que un día comenzó, casi siempre, de forma inconsciente. Pero si aceptamos, casi con certeza que esos síntomas disminuirán y los viviremos como un aprendizaje en el camino que nos ha tocado vivir, llegando incluso a considerarlos como un regalo...

Alguien dijo una vez que el mundo está enfermo. Y yo me pregunto, siguiendo esta analogía, si alguna vez ha estado sano. Cuando nos “usamos”, ya sea a la propia tierra para cultivo, a los animales o a nosotros mismos, desde la necesidad, no desde el compartir con caridad, donde no hay carencia; cuando nos “utilizamos”, ¿no significa que estamos enfermos? Se podría pensar que no todo se hace desde la escasez, y es cierto. Pero hemos de recordar que aún somos imperfectos. Nuestros telómeros, la parte final del ADN, se acortan, y como poco necesitamos comer y dormir. Lo segundo quizá dependa sólo de nosotros, pero para saciar al primero necesitamos de lo que nos rodea. No estamos exentos de poder elegir cuando comer y cuando no. La mayoría no podría ayunar durante meses o años. Entonces, ¿es parte de nosotros la enfermedad? ¿Tenemos que aceptarla como una pieza más del puzle de la perfecta “imperfección” que somos?

 Esto me lleva a verlo todo desde un punto de vista opuesto. Quizá el mundo sea perfecto y esté en armonía. Quizá esa obligación de interaccionar con la naturaleza o con el otro, ya sea por necesidad como lo es el saciar el hambre, contenga la clave para hacer lo que hemos venido a hacer. Tal vez las enfermedades no sean más que un mero recordatorio de dónde nos perdimos. Tal vez el mundo sea la más perfecta imperfección que exista. Demostrándonos que todo está bien si se hace desde la consciencia y desde el amor incondicional.  

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