miércoles, 8 de marzo de 2017

Día de la mujer, día de la vida, día de todos


En esta semana donde se celebra el día de la mujer viene a mí una reflexión: si realmente sabemos quienes somos.

Si supiéramos que cada una de nuestras células que forman nuestro cuerpo es distinta de otra, a pesar de que formen entre ellas tejidos, órganos y aparatos. Si fuésemos conscientes de que cada una de ellas es un universo diferente conformando tu cuerpo… nos daríamos cuenta de la grandeza que conformamos, porque son esas mismas diferencias las que nos unen, las que nos hacen ser lo que somos, un ser completo. Cada célula por separado, con su función y su particularidad es capaz de de unirse al resto para conformar el todo que son de forma armoniosa. Y que la magia actúe en el cuerpo para que dé lugar a las funciones que nos hacen seguir estando vivos. Como dicen los grandes sabios de la historia, “lo que es arriba es abajo” y “lo que es dentro es fuera”...

Así que, por un instante, imaginemos la completitud de sabernos en el todo. De que no se trata de mujeres u hombres, de negros o blancos, de ricos o pobres, de buenos o malos… cada uno somos diferentes y especiales simplemente por ser, como lo es cada célula de nuestro cuerpo. Nuestras células no necesitan reconocimiento, simplemente saben lo que son y su misión en el cuerpo. Si comprendiéramos esto seríamos capaces de ver a cada ser humano con admiración porque toda experiencia en la vida es un aprendizaje del que nutrirse que trasciende al mundo polar en el que vivimos. Ya somos especiales, todos y cada uno de nosotros, y ninguno más que otro, sólo necesitamos verlo en nosotros para que los ojos se abran a los demás.

Para vernos tenemos que mirar con los ojos del amor incondicional, el que no juzga, no castiga, no critica. Ese amor que nos abraza y nos invita a sonreír cada día y a caminar con paso firme, pues desde el amor verdadero no hay barreras ni límites. Simplemente saltando se comprueba cómo las alas pueden volar. No hace falta un día señalado para celebrar lo que somos, porque somos más que mujeres u hombres, somos el dios en acción, la creación divina, la vida. Y lo somos cada segundo de nuestro tiempo, en cada instante. No podemos dejar de ser.

Por eso te invito a que tomes consciencia de lo que eres y puedas desapegarte de lo intranscendental. Empieza a “ser” y descubre que no necesitas apegarte a nadie ni a nada. Muchas veces caemos en la trampa de apegarnos a cosas o personas para identificarnos en un “status”, y es entonces cuando dejamos nuestro poder fuera de nosotros mismos y se lo cedemos a aquellas personas o circunstancias que nos hagan sentir lo que no somos.

No te apegues a tu verdad, pues la verdad no se puede ver entera. Cada uno tiene su verdad, porque cada uno ve una cara del diamante que conforma la verdad absoluta. El sabio no lo es por conocer más, sino por saber que sólo ve una cara de ese diamante y que para seguir evolucionando tiene que no apegarse a la verdad que cree en ese momento. El sabio es consciente de que, conforme evolucione en la vida y cambie su franja vibratoria, la verdad nueva que conozca puede ser totalmente opuesta a la que creía previamente.


Vive, celebra todos los días y no te tomes en serio, ríete de ti mismo y de todo lo que te ocurra para así fluir más en el ciclo de la vida. Pues, como decía otro sabio, “los ángeles pueden volar porque se toman así mismos a la ligera”. Volemos nosotros también.

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