"La gran libertad reside en reconocer que lo que siempre habías buscado estaba oculto incluso en tus miedos más terribles"
Jeff Foster
Como tener paciencia cuando he llevado toda una vida corriendo. Como
detenerse ante lo que soy si he estado toda una vida huyendo de mí. Como saber
por donde empezar si me he dejado llevar por la inercia de lo que que estaba
socialmente aceptado...
Como andar cuando me he arrastrado a lo que querían que
fuese. Como escucharme cuando estaba sorda y callaba a mi alma con ruido ajeno.
Como saber quien soy si no sé lo que estoy dispuesta a pagar por ello. Como
respirar cuando he ignorado lo que realmente era mi cuerpo. Como querer
cambiarlo todo cuando ni siquiera reconozco lo que tengo que mudar. Como
sentirme si mis manos han estado dormidas por el hielo de mi armadura. Como
aprender a vivir cuando he estado todos estos años sobreviviendo.
Pero ahí está la magia, juguemos a ser el observador que nada
califica. No, ya no tengo miedo a vivir. Y el entusiasmo que me produce
comenzar realmente con esta partida supera cualquier interrogante de los que me
puedan surgir. Ya no tengo miedo de ser porque cuando se desplegaron sus alas también
lo hiceron las mías. Ya no temo sentirme cómoda, refugiada, insegura y frágil.
Porque sé que esos estados son los que necesita mi alma y no la juzgo, la
acaricio, la mimo. Y desde la aceptación me respeto y me doy permiso para
descubrir lo que yo misma tengo para mí, lo que la vida tiene para mí, sin
reproches por necesitar a veces caer en la misma piedra al no haber mirado con los
ojos del corazón.
Desde la ternura vuelvo a mí y me recuerdo que si sigo en este mundo es
para transcender a mis personajes. Me invito a abrir el regalo que la vida me
da a diario por el simple hecho de existir. No hay cabida para las quejas, no
hay rincones para lamentos. Cómo tener paciencia, cómo saber por donde empezar,
cómo poder escucharme, cómo iniciar mi autoconocimiento, cómo respirar
correctamente, cómo aprender a vivir… desde el amor, desde el agradecimiento,
desde la compasión.
Desde ahí hago música con las palabras, dibujo mapas para
emprendedores y aparecen alas para soñadores. Desde el amor descubro por un
instante que todo es perfecto, me abro a recibir a pesar de mis heridas, a
pesar de mis cicatrices y a pesar de mí misma. Por eso hoy me agarro de mi mano
y me acompaño a seguir desde el amor, para el amor. Por eso hoy agradezco a mi
alma su acompañamiento fiel en esta aventura a pesar de todo, a pesar de mí. Y no,
es imposible cambiar toda una vida en unos meses o en unos años para la mayoría,
pero el propósito es tan excitante que vibro de emoción cada segundo y en cada
intento.
Con la
interpretación que hice del TAC cometí un error de principiantes. Había
olvidado, entre otras, mi capacidad de discernimiento. Pero a veces, saber
vivir con una equivocación implica transformar la tragedia en una bendición, en
una sanación para toda la humanidad. Este detalle fue algo ínfimo en toda
nuestra trayectoria. Todos cometemos equivocaciones en nuestra vida porque todos
somos humanos. Estos errores abren la puerta de dar y traer amor al mundo
cuando consigues perdonarte a ti mismo primero, y todos podemos hacerlo si nos
lo permitimos.
A veces,
sobre todo tras estos resultados tan devastadores y sin sentido, me preguntaba
si realmente el camino que habíamos escogido era el correcto. Tanto para la
curación de Nazaret, de la cual se había responsabilizado ella apoyada en lo
que iba descubriendo y le iba resonando; como en mi trabajo, donde cada vez
todo perdía más la lógica e intentaba aunar lo que sabía hacer con lo que
estaba aprendiendo, ciencia y alma.
Y siempre
encontraba respuestas. En aquellos momentos fue con un artículo de Bruce Lipton, doctor en biología
celular, que descubrió mediante diversos experimentos con células madre que los
pensamientos curan más que los medicamentos. En su libro, “La biología de las creencias”, había aunado ciencia y espíritu, lo
que yo iba buscando. Demostró que no estamos limitados por nuestros genes sino
por nuestras creencias y nuestra percepción. Las células son inteligentes,
aprenden a través de la experiencia, de su contacto con el medio que las rodea
y luego guardan una memoria que les permite adaptarse mejor y anticiparse a los
cambios. Así que no somos víctimas de nuestra genética. Quien gobierna nuestras
células es la interpretación que hace del medio nuestra mente, sobre todo a
nivel subconsciente. Si cambiamos nuestra manera de vivir y percibir el mundo,
cambia nuestra biología.
Basado en
las nuevas aportaciones de la física cuántica, el Dr. Lipton cambia el modelo newtoniano de medicina que intenta
transformar la química del organismo a través de un fármaco, por el cambio a
través de la energía, más poderosa que la anterior pues responde primero el
campo energético que el físico. Según este científico, si eliges vivir un mundo
lleno de amor, tu salud mejorará. La química que produce la alegría y el amor
hace que nuestras células crezcan, y la química que produce el miedo hace que
nuestras células se mueran.
Así que, ¿en qué mundo eliges vivir: en el del miedo
o el del amor? Está en nuestras manos, sólo hace falta tener la valentía de
reconocer las creencias que rigen nuestro subconsciente y de estar dispuesto a
pagar el precio que conlleva arrancar esa creencia para volver a nosotros, a la
salud, al amor. Siempre duele, porque es en lo que tu vida se ha basado hasta
ese momento y pensar en abandonar aquello a lo que te aferras y crees produce
un vértigo aterrador. Pero si no la necesitas, si has sido consciente de que no te aporta nada positivo, ¿para qué la mantienes contigo?
Pocos días
después se cruzó en mi vida una niña que llevaba ingresada una semana en el
hospital. Llegaba al trabajo tras unos días ausentes y no conocía nada sobre
ella hasta aquel momento. La niña llevaba con una lesión en la amígdala, unos
meses y se había ingresado para estudiarla a través de una biopsia que
realizarían los otorrinolaringólogos. Algo más que mi curiosidad médica me
llevó a explorarla sin necesidad, y en esa misma tarde ya estaba diagnosticada
de linfoma.
Lo interesante no fue el diagnóstico sino que, tras una semana
ausente, y siendo igual de válidas cualquiera de mis compañeras para elaborar ese
diagnóstico, fuese yo quien terminara dando el veredicto final, como si aquellos padres y aquella niña, me
estuvieran esperando, porque ya no creo en las casualidades para, sentados
tranquilamente, poder transmitirle la luz y la paz que emanaba reflejo de
Nazaret y que antes habrían quedado sepultadas por el miedo que yo misma tenía
ante la enfermedad. Esa fue una gran prueba para ver desde dónde me movía, para comprobar si me mantenía anclada a mi pasado o me atrevía a ser, fuera de la seguridad de la protección entre las cuatro paredes de casa junto a Nazaret. Aquel día mi alma se sintió plena al haberse despojado de otro disfraz y otro miedo. Acababa de materializar el salto al vacío que meses atrás hice pero esta vez era alguien diferente a nosotras, y podía sentir el mismo amor y la misma paz por aquellos desconocidos que por mi familia. Se estaba produciendo el cambio en mi profesión y aunque no
sabía hasta dónde podría llegar con él, lo agradecía porque me hacía entender
que todo tenía sentido.
Era
consciente de que la materia no es más que luz atrapada. Y que al construir tu
cuerpo de luz elevando la vibración, permitimos que la materia menos atrapada
se manifieste y deje paso a la luz, más libre de expresión y buscadora de su
propia fuerza, para que no seamos tan “sólidos”. Sólo tenía que saber traducir
estas palabras a un lenguaje más comprensible y respetar la elección de los
padres de no querer escuchar, pues todo tiene su momento y no siempre coincide
con el que te gustaría a ti.
Para mí era la opción menos dolorosa, la que más
serenidad aportaba, donde podías encontrar consuelo a través de la comprensión
profunda que supone el emprender tu camino, el verdadero. Pero entiendo y asumo
que, si yo hubiese sido la madre meses atrás, nada fuera de la medicina
occidental me hubiese servido. Para eso tuve que experimentar y vivir, porque
las palabras se quedan vacías y carecen de sentido.
Maravilloso...
ResponderEliminar