viernes, 9 de diciembre de 2016

Tu enfermedad como mi metamorfosis: La Historia 60, La prueba del Linfoma

"La gran libertad reside en reconocer que lo que siempre habías buscado estaba oculto incluso en tus miedos más terribles"
Jeff Foster

Como tener paciencia cuando he llevado toda una vida corriendo. Como detenerse ante lo que soy si he estado toda una vida huyendo de mí. Como saber por donde empezar si me he dejado llevar por la inercia de lo que que estaba socialmente aceptado...

 Como andar cuando me he arrastrado a lo que querían que fuese. Como escucharme cuando estaba sorda y callaba a mi alma con ruido ajeno. Como saber quien soy si no sé lo que estoy dispuesta a pagar por ello. Como respirar cuando he ignorado lo que realmente era mi cuerpo. Como querer cambiarlo todo cuando ni siquiera reconozco lo que tengo que mudar. Como sentirme si mis manos han estado dormidas por el hielo de mi armadura. Como aprender a vivir cuando he estado todos estos años sobreviviendo.

Pero ahí está la magia, juguemos a ser el observador que nada califica. No, ya no tengo miedo a vivir. Y el entusiasmo que me produce comenzar realmente con esta partida supera cualquier interrogante de los que me puedan surgir. Ya no tengo miedo de ser porque cuando se desplegaron sus alas también lo hiceron las mías. Ya no temo sentirme cómoda, refugiada, insegura y frágil. Porque sé que esos estados son los que necesita mi alma y no la juzgo, la acaricio, la mimo. Y desde la aceptación me respeto y me doy permiso para descubrir lo que yo misma tengo para mí, lo que la vida tiene para mí, sin reproches por necesitar a veces caer en la misma piedra al no haber mirado con los ojos del corazón.

Desde la ternura vuelvo a mí y me recuerdo que si sigo en este mundo es para transcender a mis personajes. Me invito a abrir el regalo que la vida me da a diario por el simple hecho de existir. No hay cabida para las quejas, no hay rincones para lamentos. Cómo tener paciencia, cómo saber por donde empezar, cómo poder escucharme, cómo iniciar mi autoconocimiento, cómo respirar correctamente, cómo aprender a vivir… desde el amor, desde el agradecimiento, desde la compasión.
Desde ahí hago música con las palabras, dibujo mapas para emprendedores y aparecen alas para soñadores. Desde el amor descubro por un instante que todo es perfecto, me abro a recibir a pesar de mis heridas, a pesar de mis cicatrices y a pesar de mí misma. Por eso hoy me agarro de mi mano y me acompaño a seguir desde el amor, para el amor. Por eso hoy agradezco a mi alma su acompañamiento fiel en esta aventura a pesar de todo, a pesar de mí. Y no, es imposible cambiar toda una vida en unos meses o en unos años para la mayoría, pero el propósito es tan excitante que vibro de emoción cada segundo y en cada intento.

Con la interpretación que hice del TAC cometí un error de principiantes. Había olvidado, entre otras, mi capacidad de discernimiento. Pero a veces, saber vivir con una equivocación implica transformar la tragedia en una bendición, en una sanación para toda la humanidad. Este detalle fue algo ínfimo en toda nuestra trayectoria. Todos cometemos equivocaciones en nuestra vida porque todos somos humanos. Estos errores abren la puerta de dar y traer amor al mundo cuando consigues perdonarte a ti mismo primero, y todos podemos hacerlo si nos lo permitimos.

A veces, sobre todo tras estos resultados tan devastadores y sin sentido, me preguntaba si realmente el camino que habíamos escogido era el correcto. Tanto para la curación de Nazaret, de la cual se había responsabilizado ella apoyada en lo que iba descubriendo y le iba resonando; como en mi trabajo, donde cada vez todo perdía más la lógica e intentaba aunar lo que sabía hacer con lo que estaba aprendiendo, ciencia y alma. 

Y siempre encontraba respuestas. En aquellos momentos fue con un artículo de Bruce Lipton, doctor en biología celular, que descubrió mediante diversos experimentos con células madre que los pensamientos curan más que los medicamentos. En su libro, “La biología de las creencias”, había aunado ciencia y espíritu, lo que yo iba buscando. Demostró que no estamos limitados por nuestros genes sino por nuestras creencias y nuestra percepción. Las células son inteligentes, aprenden a través de la experiencia, de su contacto con el medio que las rodea y luego guardan una memoria que les permite adaptarse mejor y anticiparse a los cambios. Así que no somos víctimas de nuestra genética. Quien gobierna nuestras células es la interpretación que hace del medio nuestra mente, sobre todo a nivel subconsciente. Si cambiamos nuestra manera de vivir y percibir el mundo, cambia nuestra biología.

Basado en las nuevas aportaciones de la física cuántica, el Dr. Lipton cambia el modelo newtoniano de medicina que intenta transformar la química del organismo a través de un fármaco, por el cambio a través de la energía, más poderosa que la anterior pues responde primero el campo energético que el físico. Según este científico, si eliges vivir un mundo lleno de amor, tu salud mejorará. La química que produce la alegría y el amor hace que nuestras células crezcan, y la química que produce el miedo hace que nuestras células se mueran.

Así que, ¿en qué mundo eliges vivir: en el del miedo o el del amor? Está en nuestras manos, sólo hace falta tener la valentía de reconocer las creencias que rigen nuestro subconsciente y de estar dispuesto a pagar el precio que conlleva arrancar esa creencia para volver a nosotros, a la salud, al amor. Siempre duele, porque es en lo que tu vida se ha basado hasta ese momento y pensar en abandonar aquello a lo que te aferras y crees produce un vértigo aterrador. Pero si no la necesitas, si has sido consciente de que no te aporta nada positivo, ¿para qué la mantienes contigo?

Pocos días después se cruzó en mi vida una niña que llevaba ingresada una semana en el hospital. Llegaba al trabajo tras unos días ausentes y no conocía nada sobre ella hasta aquel momento. La niña llevaba con una lesión en la amígdala, unos meses y se había ingresado para estudiarla a través de una biopsia que realizarían los otorrinolaringólogos. Algo más que mi curiosidad médica me llevó a explorarla sin necesidad, y en esa misma tarde ya estaba diagnosticada de linfoma. 

Lo interesante no fue el diagnóstico sino que, tras una semana ausente, y siendo igual de válidas cualquiera de mis compañeras para elaborar ese diagnóstico, fuese yo quien terminara dando el veredicto final, como si aquellos padres y aquella niña, me estuvieran esperando, porque ya no creo en las casualidades para, sentados tranquilamente, poder transmitirle la luz y la paz que emanaba reflejo de Nazaret y que antes habrían quedado sepultadas por el miedo que yo misma tenía ante la enfermedad. Esa fue una gran prueba para ver desde dónde me movía, para comprobar si me mantenía anclada a mi pasado o me atrevía a ser, fuera de la seguridad de la protección entre las cuatro paredes de casa junto a Nazaret. Aquel día mi alma se sintió plena al haberse despojado de otro disfraz y otro miedo. Acababa de materializar el salto al vacío que meses atrás hice pero esta vez era alguien diferente a nosotras, y podía sentir el mismo amor y la misma paz por aquellos desconocidos que por mi familia. Se estaba produciendo el cambio en mi profesión y aunque no sabía hasta dónde podría llegar con él, lo agradecía porque me hacía entender que todo tenía sentido.


Era consciente de que la materia no es más que luz atrapada. Y que al construir tu cuerpo de luz elevando la vibración, permitimos que la materia menos atrapada se manifieste y deje paso a la luz, más libre de expresión y buscadora de su propia fuerza, para que no seamos tan “sólidos”. Sólo tenía que saber traducir estas palabras a un lenguaje más comprensible y respetar la elección de los padres de no querer escuchar, pues todo tiene su momento y no siempre coincide con el que te gustaría a ti. 

Para mí era la opción menos dolorosa, la que más serenidad aportaba, donde podías encontrar consuelo a través de la comprensión profunda que supone el emprender tu camino, el verdadero. Pero entiendo y asumo que, si yo hubiese sido la madre meses atrás, nada fuera de la medicina occidental me hubiese servido. Para eso tuve que experimentar y vivir, porque las palabras se quedan vacías y carecen de sentido.

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