miércoles, 5 de octubre de 2016

Tu enfermedad como mi metamorfosis: La Historia 33, Tu destino

"El auténtico valor del ser humano viene determinado principalmente por la medida en la que se ha logrado liberarse del yo"
Albert Einstein


Tu destino está en tus manos. Eres el universo creado por tus pensamientos, transformado en emociones y manifestado en acciones. No vivimos en el universo. Somos el universo. La gente considera que andar sobre las aguas o flotar suspendido en el aire es un milagro. Pero el verdadero milagro es caminar sobre la tierra. Tu destino está en tus manos. No esperes a perder todo lo que eres y todo lo que tienes para ponerte de pie. Tú eres tu único capitán y sólo tú puedes digirir el timón de tu barco. Ser tu propio yo único y verdadero es lo que permite a los demás interactuar contigo a nivel de su propio ser infinito. Y esto, amigo mío, está en tus manos...

Pasamos unos días relativamente tranquilos en casa. Nazaret seguía con su menstruación artificial. Tanta cantidad de sangre tenía acumulada que estuvo tres meses (de nuevo este número) sangrando diariamente. Nazaret lo vivía como el adiós de la regla. Ya no tendría más menstruaciones a pesar de su juventud, pero fue una despedida larga.

Mientras tanto había conseguido ponerme en contacto con Itzíar Orube, una terapeuta experta en biodescodificación, más concretamente en la Nueva Medicina Germánica, que nos aconsejó una amiga médica docta en “las otras medicinas” antes que yo. Meses previos la hubiese catalogado más en el mundo de los locos que de los cuerdos. Ahora he conseguido entenderla. Nazaret quería ver a Itzíar. Por algún motivo sentía que esa medicina tenía más lógica que la que llevaba practicando yo misma durante todos los años profesionales. A mí me costaba asumirlo. No sabía relacionar cómo una afección física se podía corresponder con el alma. Y cómo, curando el alma, se podía curar la enfermedad. Claro, que tampoco sabía que el alma enfermase. Eso eran cosas de cuentistas sacadineros. Sin embargo, los ojos de Nazaret me mostraban el camino rotundamente, hasta tal punto que, a mi mente tan obstusa, la hacía confundirse.

No había transcurrido ni una semana desde el alta, pero Nazaret pensó que sería bueno ver a Itziar antes de acudir a la consulta del oncólogo. Así que, la tarde previa al desplazamiento hacia el nuevo hospital, nos dispusimos a concertar una cita con ella. Conseguimos llegar a casa de Itzíar, dibujada en un pueblecito malagueño, no sin perdernos unas cuantas veces por caminos de tierra y piedras. Ella estaba convalesciente, sin poder moverse de la cama. Sin embargo, aun así aceptó nuestra visita. Ante su imposibilidad de bipedestación, nos dijo dónde escondía las llaves de casa para abrir nosotras mismas la puerta principal. Aquello más parecía una aventura que una visita a una especialista de otras medicinas. Llegamos por fin a su morada, pequeña y acogedora. Nos esperaba desde hacía bastante tiempo, todo el que nos habíamos retrasado. Nos la encontramos tumbada en la cama. Nos escuchó con gran interés. Y también nos contó su historia, espeluznante, si no hubiese escuchado otras similares en ese lapso de tiempo.

Ella fue diagnosticada de cáncer de mama a finales de los años 80, coincidiendo con su hermana, a la que le habían diagnosticado el mismo tipo de cáncer. Su hermana decidió tratarse con la medicina que se conocía, y se conoce, con más fuerza. Y se administró quimioterapia, radioterapia y cirugía. Ella, por el contrario, conocía al Dr Hamer, fundador de la Nueva Medicina Germánica, y decidió ponerse en sus manos. El resultado final fue que su hermana se murió al poco tiempo y ella sobrevivió. Pero no termina ahí la historia, 10-15 años después, tras un dolor lumbar le detectaron múltiples metástasis óseas sobre todo. De nuevo, siguiendo la escuela que la había librado de las consecuencias del cáncer de mama, las metástasis desarapecieron. ¿Por qué una hermana murió y otra, que parecía dejarse llevar por la vida sobrevivió? ¿Podría ser el destino? ¿Tal vez, este tipo de medicina funcionase? ¿Habría un error diagnóstico tanto en el cáncer inicial como en las metástasis años después? Si esta última pregunta fuese cierta, lo cual dudo, actualmente con el diagnóstico precoz se podrían hacer falsos diagnósticos de neoplasias, que claro, al no ser lo que se cree que es, si el cuerpo sobrevive a la bomba de la quimioterapia, también lo haría al inexsistente cáncer.

Cuando nosotras le contamos nuestra historia, se sorprendió mucho. Nos dijo que había muchos conflictos mezclados y que, en su estado, no tenía la suficiente lucidez mental para ayudarnos. Nos recomendó a un compañero, que además había hecho la especialidad de oncología y que, tras contemplar las barbaridades con las que abusaban de sus pacientes, decidió cambiar el sistema hasta donde él podía. Decidió ampliar los ciclos de quimioterapia en función del estado del paciente, disminuir también la radioterapia, aumentar el diálogo todo lo que necesitase, ofrecer medicina energética y otras alternativas para quien lo desease…

 En definitiva, aplicar una medicina integrativa que tanto grita a voces la sociedad. El resultado fue que sus pacientes objetivamente se morían mucho menos que los del resto de sus compañeros. Y esto se resolvió con un despido. Así fue como supimos del Dr. Javier Herráez y de que trabajaba en Barcelona, un poco alejado de nuestra residencia, si bien era una ciudad bastante conocida por mí para moverme en ella.

En casa de Itziar estuvimos casi tres horas. Para mí transcurrieron como cinco minutos. Absorta en la conversación que estaban manteniendo Nazaret y ella, me preguntaba si todo aquello tenía sentido. Y si era afirmativo, me preguntaba dónde había quedado mi sentido todos estos años de mi vida. Ella hablaba con una gran entereza, confianza y sabiduría. Tanto que costaba trabajo tratarla de impostora. A pesar de no ser médico, tuve que reconocer que sabía más anatomía y embriología que yo. Y, por otra parte, ella era el ejemplo tangible de aquello que propugnaba y practicaba. Rebusqué en lo más profundo de su ser para desacreditarala, pero es que ni siquiera nos cobró. Fue la primera vez que escuché que el cáncer se debía a un resentimiento, a rencor que se podía generar desde la infancia y quedaban ocultas en el subconsciente... cualidades que, sinceramente, no definían a Nazaret. Ahora creo que, a pesar de que este enfoque pueda acertar con muchas patologías, hay algo que trasciende a cualquier explicación humana.


 Ambas cansadas por el físico y la charla, se despidieron. Nazaret estaba más tranquila. Todo aquello que sintió en el hospital se estaba materializando. Había otro tipo de medicina que se encargaba de sanar cuerpo y alma, y la estaba descubriendo. Era el principio de comenzar a derribar los muros de las limitaciones. Sin embargo, estaban bajo unos cimientos muy bien enraizados, y a penas, los hacía tambalearse.

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