miércoles, 26 de octubre de 2016

Tu enfermedad como mi metamorfosis: La Historia 41, Somos canales de energía

" A veces amar es soltar, aunque parezca morir"
Brando

Cuando creas que la vida te para, mira en tu interior. Llega al núcleo de tu ser, la parte de ti que es puro espíritu. Cuando consigues acceder a tu luz pura, las limitaciones se van desprendiendo una a una y llega un momento en el que te sientes seguro, sano, completo, sin nada que temer ni nada que esconder. Solo tú...

No importa lo que esté sucediendo en tu vida, ni lo difícil que pueda resultarte tomar una bocanada de aire, en el centro mismo de tu ser estás a salvo, hasta de ti mismo. Contempla tus manos un instante y siente tu fuerza y tu poder en esa prolongación del cuerpo inundado por el espíritu, regido por el alma pura que eres. No escondas tu luz tan bella una vida tras otra. Brilla al recordar que eres amor, energía, alma. Deja que resplandezca tu luz, que tus manos manifiesten lo que las palabras no han aprendido aún. Y vive desde la fe del que confía en su plan divino aún sin conocerlo.

Una vez por semana se acercaban por la planta de oncología voluntarias ofreciéndote la posibilidad de charlar con ellas y hacerte Reiki. Nosotras ya conocíamos esta doctrina por una amiga que la practicaba. A Nazaret le pareció interesante y accedió a que le practicasen Reiki. Curiosamente también se lo hacían a familiares y cuando me preguntaron si yo quería, le respondí de forma afirmativa sin dudar, total no tenía nada que perder. La sesión con Nazaret la hizo a pie de cama, con su compañera de habitación, una señora que entraba a su madurez con metástasis por un melanoma en el ojo y cuya quimioterapia casi le cuesta la vida por una hemorragia digestiva baja. A mí me llevaron a una especie de sala que tienen en esa misma planta, donde dan sesiones pues está equipada con una camilla, y charlas diversas.

Cuando terminó el trabajo con Nazaret se sorprendió de lo que todos ya habíamos visto y comprobado: era luz, tenía un aura preciosa, desprendía más energía de la que podían administrarle y estaba sanada. Sin yo preguntarle a la terapeuta, tuvo el apremio de decírmelo y así, supongo, estar más tranquila para mi sesión. En la habitación se podía comprobar cómo la unión de la energía de la terapeuta y Nazaret formaba un canal indescriptible con palabras pero sí con emociones. No pude presenciarlo, pero sí su compañera de al lado, más objetiva que yo, quien me contó que, por un momento, el miedo a la muerte había desaparecido, estaba en paz, feliz, llena de un amor dulce. Y sin poder contener esta nueva sensación, pues no cabía en su alma, lloraba de alegría.

Nazaret tuvo la necesidad de levantarse y coger de la mano a su compañera emocionada, recibiendo entonces un impulso mayor que le hizo sentir su piel verdadera, la que se escondía detrás de las gruesas capas de la domesticación. Le confesó que siempre que habían entrado las terapeutas preguntando si quería su ayuda, se había negado. Nunca había escuchado hablar de esa disciplina y el oncólogo tampoco le había aconsejado que la practicase. Así que ella, obediente al máximo para capear a la muerte hacia otro rincón del mundo, sintió por primera vez desde que enfermó, una liberación del alma. Y, entre sollozos, sonreía agradecida a Nazaret.

Pocos minutos más tarde fue mi turno. Acababa de hablar con el jefe de servicio de oncología para preguntar por el resultado de la muestra de anatomía patológica. Aún no había llegado el informe del otro hospital, pero le llamarían en cuanto supiesen algo. Cualquier diagnóstico que resultase del análisis de esa muestra hubiera sido para mí igual de inaceptable. Fuera cual fuese el nombre me parecía una macabra broma, incluso una mentira que rechazaba y negaba. A pesar de mis conocimientos en oncología, no había diagnóstico mejor o peor porque todo carecía de sentido. El mundo parecía detenerse en esa habitación. Y con todas estas emociones, sentimientos y actitudes, la terapeuta de reiki comenzó a realizar su trabajo.

Al terminar la sesión, su cara estaba larga y preocupada. Me miró fijamente durante unos segundos y me dijo: “Tú no estás bien. Precisas mucho trabajo nuestro. Tienes muchos bloqueos y muy poca energía”. Estaba oscura, vivía como un zombi cuyo único refugio era Nazaret, la única capaz de transmitirme la paz profunda del alma, la única que me llevaba al verdadero hogar aunque confusa no supiera de lo que me estaba hablando. Así que “la enferma cuidaba de los sanos”, y nosotros, la ayudábamos en las acciones físicas que ella no podía realizar aún.

En otro momento, no hubiera accedido a que alguien extraño practicara el Reiki conmigo. Primero porque sepulté todo lo que tenía que ver con lo intangible en el baúl del sótano y después porque creía que era una pérdida de tiempo y tenía mucho que hacer. Tenía que ver cómo podía ayudar para salvarle la vida a Nazaret cual ilusa. Pero ahora que sé que la materia no es más que energía a baja velocidad, el reiki adquiere un nuevo sentido.

El  reiki, como cualquier terapia energética, es un camino que comienza desde el corazón, y era precisamente lo que yo había abandonado desde hace mucho tiempo. Cultivando la simiente que late en cada uno de nosotros podemos lograr acceder a la verdad profunda que somos, al fuego purificador que se abre paso a través de nuestro canal para recibir la energía que fluye del cosmos y, con nuestras manos, cargarnos de lo eterno y disponerlo para equilibrarnos nosotros mismos y después, si queremos y quieren, a otros. Todos podemos ser canalizadores de energía con entrenamiento, paciencia y perseverancia. Y esto puede explicarse hasta científicamente, con física cuántica. A nivel subatómico, microscópico, todos los objetos del universo físico están íntimamente conectados entre sí. Y todos son todos, sin excepciones, así que estamos conectados con todos y todo. De hecho, se ha constatado que no existen los objetos en el mundo, sólo vibraciones de energía y relaciones. El significado que adquiere este nuevo paradigma, es que es imposible buscar la realidad más pequeña, microscópica del universo sin utilizar la consciencia.

Según el científico con el que hables, la consciencia puede ser el mayor misterio al que se enfrenta la ciencia o algo bastante trivial y que no merece prestar atención. El auge del método científico basado únicamente en el empirismo de lo físico y tangible, un proceso característico de los últimos 400 años, representa un problema de primera magnitud: perder el contacto con el profundo misterio que reside en el centro de la existencia, nuestra consciencia.

Nuestra ceguera sobre todo lo que sea diferente al progreso exponencial en ciencia y tecnología nos ha dejado a muchos de nosotros vacíos, sin saber cómo encajar nuestras vidas en el gran tapiz del universo para toda la eternidad. Quienes afirman que no existen evidencias que apoyen la existencia de la consciencia expandida, a pesar de las abrumadoras pruebas en sentido contrario, exhiben una ignorancia premeditada, al creer conocer la verdad por seguir los límites impuestos generaciones atrás, sin necesidad de examinar los hechos. Hasta lo que menos sospechemos, es cuántico, por ejemplo algo tan físico y necesario como nuestro ADN.

Existen estudios al respecto que lo corroboran, uno de ellos realizado al propio ejército de los Estados Unidos. Les tomaron muestras de ADN a los soldados y las colocaron a 100 metros de distancia de ellos mismos. Los sometieron a imágenes de alto impacto emocional, ya fuesen negativas o positivas y, en tiempo cero, el ADN que estaba a 100 metros de distancia de cada uno de ellos reaccionaba de acuerdo a las imágenes que estaban viendo los soldados. Pocos años después volvieron a realizar el experimento pero aumentando la distancia a 5000 kilómetros y obtuvieron el mismo resultado. ¿Cómo es posible que sólo con las emociones lo que nos conforma en esencia como humanos, el ADN, se modifique? ¿Y cómo se puede transformar desde la distancia? ¿Qué tipo de energía o vibración movemos? ¿Y que podemos llegar a ser si aprendemos a manejarla con consciencia?


La vida mueve la energía universal para que se transforme en nuestra energía vital a través de una senda larga, pero cargada de retos para el valiente que se atreva a cambiar la supervivencia por vivencia, para el que dude de todo lo que le han contado, leído y escuchado, y con el corazón abierto se decida a experimentar lo que su alma le dicta. La energía vital siempre estará dispuesta a impulsar la fuerza de tu espíritu, pero recuerda que si tus manos no van al compás de tu alma, tu luz permanecerá escondida esperando que tus ojos le abran la verdadera puerta.

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