"Después de la palabra, el silencio es el segundo poder del mundo"
Henri Lacordaire
Pasaban los días en la UCI y fui descubriendo los recovecos
en los que poder colarme para entrar a ver a Nazaret. La mayoría del personal
sanitario no me ponía problemas. Tampoco los daba yo puesto que cuando tenían
que trabajar con ella me salía y aprovechaba para fumar, hábito que retomé ese
día después de más de un año, donde cambié deporte por cigarrillo. Ella estaba
aguantando el tirón, no empeoraba. Al menos no íbamos para atrás, al menos no
sangraba.
La palabra. Una
intensivista que sabía más por vieja que por diabla como ella se definía, capaz
de dar un abrazo consolador a nosotros los familiares, (comportamiento nada
habitual en el gremio) dijo la palabra clave: “he visto casos parecidos al suyo y creo que todo va a ir bien, se va a
recuperar”. No eran vocablos lo que emanaba de sus cuerdas vocales. Era
luz, esperanza, fe, vida…
Ahora lo pienso… ¡Qué revelador…! Yo tan sumida en mí misma y
en el exterior. Nazaret estaba igual un minuto antes de que esta mujer de que
esta especialista pronunciara estas palabras, de que me cambiara el alma. Nada se
había modificado clínicamente en ella de forma objetiva. Sin embargo, la
palabra hizo en mí el cambio para así poder ver la luz en Nazaret. Así fui
consciente de que el verbo es la
herramienta mágica más poderosa que tenemos. De hecho, está demostrado que
si piensas de forma negativa, tus células resonarán en negativo y se producirá
una afección celular que, además, produce adicción como cualquier hábito tóxico,
necesitando la célula esa dosis de basura. ¡Fijaos cuanto poder tenemos! Yo
había dado toda la responsabilidad de su curación a este médico. Cuando su
máximo responsable me dijo que se iba a curar, yo le creí y todo en mí cambió y,
de forma secundaria, en mi visión del estado de Nazaret. Ya no estaba tan, tan
mal como 5 minutos antes. Lo primero que hice ante esta noticia jubilosa fue
salir a contárselo a su madre abrazadas ambas en un llanto de emoción, el
primero de alegría por fin y el inicio de una unión más profunda entre ambas.
El rol del médico, las creencias limitantes que tenemos y el
poder que le asignamos a otros... ¿Sabéis
lo que hizo el médico para que Nazaret se curara? ESPERAR. Probablemente si
hubiese confiado en ella quizá me hubiese ahorrado todo lo que sufrí y lo que
me quedaba. Pero en ese momento yo necesitaba delegar la responsabilidad por
dos motivos principalmente: uno era un profundo sentimiento de inferioridad por
todo lo que había ocurrido y no había sabido afrontar, ni siquiera diagnosticar
a tiempo; y otro, para poder echar la culpa a un tercero si la cosa salía mal.
Realmente no era más que soberbia en ambos casos. La forma de sentirse
diferente más soberbia es sentirse inferior, quedando inmóvil, estancada y con
una falsa seguridad. Por otro lado, la culpa, nos educan desde la culpabilidad y
nos enseñan que siempre hay alguien más indigno que nosotros. A posteriori tuve
que aprender a confiar en Nazaret y en su palabra cuando me decía que estaba
curada totalmente, a contracorriente de la opinión de los facultativos que ya
le habían puesto fecha de caducidad. Claro, que era un concepto de curación
diferente del que tienen los médicos occidentales. ¿Por qué en ella, máxima responsable de su ser, no fui capaz de confiar
y en una persona ajena, que acaso conocía
a Nazaret de 30 minutos máximo le concedí toda confianza y le cedí pleno poder?
¿Es más sabia o inteligente esta última? ¿Es capaz de conocer la respuesta
celular de Nazaret tan rápida y exhaustivamente para saber que ni la palabra
será su aliada? ¿Qué título colgado en la pared da más seguridad que la paz
interior y la reconexión con uno mismo?
Nosotros los profesionales de la salud tenemos un rol muy
importante con la palabra y csu forma de usarla. Según se utilice se puede
convertir en un aliento de vida capaz de resucitar al más pesimista o en una
condena de muerte, con el poder de hundirlo en lo más profundo del averno. Explica
el científico Gregg Braden, el caso
de una señora diagnosticada de cáncer de vejiga desahuciada por la medicina
occidental que acude a un hospital de China. Allí los médicos, sólo con la
palabra y la emoción consiguen eliminar por completo el tumor en 3 minutos. Se
preguntarán si es real. Lo es, hay un video del procedimiento en directo y creo
que se puede contactar con la paciente. La cuestión siguiente sería si es
magia. No, es ciencia. Ya se ha demostrado que cuando tenemos una emoción creamos
ondas eléctricas y magnéticas dentro de nuestro corazón que se expanden a miles
de kilómetros de nosotros conformando la “matriz
divina” que fue descubierta años antes por el científico M. Planck y corroborada por los físicos
cuánticos actuales. La fusión armoniosa entre la palabra adecuada y la emoción
correcta, son la llave para crear nuestro presente y futuro en todos los ámbitos
de nuestra vida. Supongo que, la aplicación de esta “tecnología” solo está en
manos de unos pocos: los que crean que es posible. Creer es crear. En el otro extremo están los casos de pacientes “programados”
para morir con una fecha exacta. Hay uno muy curioso donde le pronosticaron a
un hombre unos 2 meses de vida por un cáncer terminal tras examinar un escáner
que se había realizado. Como el doctor predijo, el paciente se murió a los 2
meses. Al informar la familia del hecho a su médico, éste sacó toda su historia
clínica para cerrar el caso y cuál fue su sorpresa a ver que el escáner no
correspondía con el paciente en cuestión. Ante esta incidencia se realizó la
autopsia del paciente revelando que la muerte fue por una parada
cardiorrespiratoria sin existir restos de cáncer en su cuerpo.
Cada mañana al llegar a la UCI le ponía la canción de la
película “La vida es Bella”, como
escuchábamos muchas mañanas cuando teníamos el privilegio de despertarnos
juntas. Ella abría los ojos y me miraba. Entonces me asustaba porque no sabía
si le podía perjudicar y paraba la música. Sin embargo, como sabía que todo era
posible, que hay gente que oye las conversaciones de los profesionales, yo le
contaba historias y la llevaba a prados verdes, con cataratas cristalinas, con
frondosos árboles… nos íbamos a Brasil, el viaje mas reciente donde estuvimos
en conexión con la Madre Tierra. Y ella me escuchaba y descansaba, en ocasiones
sonreía. Otras veces, en el horario de visita, cuando venían a verla familiares
y estaba más conectada, siempre me buscaba con la mirada, a veces hasta
intentaba apartar con la mano a quien estuviese en el camino entre sus ojos y
los míos. Ella recordaba todo esto. Y cuando me lo relataba yo lloraba como un
niño de nuevo.
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